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Si hay diferencias a lo ilustrado por Martí, es que, hoy, todo está multiplicado por 100. Estados Unidos no es el tigre agazapado presto a saltar sobre su presa América, es una descomunal bestia dispuesta a engullirse al universo completo.
El
19 de mayo de 1895, a sólo 38 días de haberse incorporado al campo de batalla
en Cuba, cae el líder de la Revolución José Martí. Historiadores y analistas coinciden que la
muerte prematura del Héroe determinó el curso acelerado de los acontecimientos,
cuyo final fue la intervención norteamericana.
Después
del Congreso Internacional de Washington (1889-90), Martí se percata de la urgencia
de materializar un proyecto revolucionario en América, para contener el expansionismo de Estados
Unidos.
La independencia de Cuba y Puerto Rico formaba
parte de ese plan, a escala continental. “Es un mundo lo que estamos
equilibrando: no son sólo dos islas las que vamos a liberar”.
En 12 grandes reportajes para La Nación, de Buenos Aires y nueve cartas,
a raíz del Congreso de Washington, quedó plasmado el más radical ideario
antiimperialista de su tiempo. El Maestro sabía el peligro para América y que el empeño imperial
de Estados Unidos lo facilitaría “la complicidad posible de las repúblicas
venales o débiles”.
Su llamado a la integración fue una estrategia contra la avalancha
invasora. Para él, el Congreso Internacional fue un recuento del honor con dos
bandos definidos: “Quienes defienden con energía y mesura la independencia de
la América… o las naciones capaces por
el miedo o el deslumbramiento, o el
hábito de servidumbre o el interés de consentir… mermar con su deserción las fuerzas
indispensables…”
Si hay diferencias a lo ilustrado por Martí, es que, hoy,
todo está multiplicado por 100. Estados Unidos no es el tigre agazapado
presto a saltar sobre su presa América, es una descomunal bestia dispuesta a
engullirse al universo completo.
La
política de hostilidad creciente contra nuestro país, sazonadas con las medidas
draconianas de varios presidentes de los EU, cuando la destrucción de la Revolución Cubana forma
parte de un proyecto de dominio mundial, ahora con diversos matices
subversivos.
La
historia le dirá a esos complacientes con el Norte su papel de cómplices verdugos, por eso la
premisa seguirá siendo: “Quien se
levanta hoy con Cuba, se levanta para todos los tiempos”.
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