Columnas

Tuesday, October 10, 2017

10 de octubre: …¡ A todos los valientes, salud, y salud cien veces…”




#Holguínahora
Por Hilda Pupo Salazar y Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
Cuando el Chè marchó a otras tierras renunció a una vida alejada del peligro, a la posición conquistada en el nuevo gobierno revolucionario y a la tranquilidad hogareña,  en medio de una familia conformada por esposa y cinco hijos pequeños.
Ya había sacrificado el sosiego de una existencia prometedora en su  país, con la carrera de médico  junto a padres y hermanos.
Así encontró la muerte el 9 de octubre de 1967,  sin llegar a los 40 años de edad, lejos de los seres queridos y en medio de los rigores de un movimiento guerrillero por la causa independentista.

 En otro  siglo, Martì había hecho lo mismo.  Primero dejó atrás el amparo del seno del hogar para dedicarse por entero a la libertad de Cuba,  siendo apenas un adolescente.
Cárcel, destierro, penurias, incomprensión y soledad constituyeron siempre sus eternos acompañantes.  Con su talento extraordinario  pudo gozar junto a su esposa e hijo de una vida holgada, fruto de una exitosa carrera intelectual, pero no lo hizo.
En 1881 confiesa: “Nada por mi placer-todo por mi deber: todo lo que mi deber permita, en beneficio de los míos.”
Murió  a los 42 años, joven, en la manigua cubana, después de dedicar casi todos sus años al sacrificio de conquistar un país libre.
Más de una vez el Maestro ponderó el altruismo de los héroes de la Patria, pero fue en 1890 y 1891 en las conmemoraciones por el 10 de Octubre de 1868,  cuando escribió como se entregaron sin reservas  los iniciadores de nuestra primera gesta libertaria, la ocasión en que más magistralmente habló del asunto.
“Aquellos padres de casa, servidos desde la cuna por esclavos, que decidieron servir a los esclavos con su sangre, y se trocaron en padres de nuestro pueblo; aquellos propietarios regalones que en la casa tenían su recién nacido y a su mujer y, en una hora de transfiguración sublime, entraron selva adentro con la estrella en la frente; aquellos letrados entumidos que, al resplandor del primer rayo, saltaron de la toga tentadora al caballo de pelear; aquellos jóvenes angélicos que del altar de sus bodas o del festín de la fortuna  salieron arrebatados de júbilo celeste, a sangrar y morir, si  agua y sin almohada, por nuestro decoro de hombre… El que puso un pie en la guerra; el que armó a un cubano de su bolsa; el que quiso la redención de buena fe, y le sacrificó su porvenir y su fortuna…¡ A todos los valientes, salud, y salud cien veces…”

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